Optimus llegó temprano a los invernaderos, como de costumbre. Nunca iba a entender por qué sus compañeros esperaban tanto para salir hacia la clase de Herbología, si ya sabían que el camino era largo. ¿No era mejor ser puntual? Y sin embargo, siempre era el primero, y tenía que esperar un largo rato solo.

Por eso se sorprendió al ver que esta vez el lugar no estaba vacío. Un chico de Ravenclaw estaba en una de las mesas, siguiendo con su varita los movimientos de unos tentáculos que parecían bastante rebeldes. Se veía tan concentrado que al principio Optimus creyó que se había equivocado de horario, y le tomó un momento deducir que seguramente era un rezagado de la clase anterior.

-No te acerques -dijo el chico, sin volverse a mirarlo, en cuanto lo escuchó entrar-. Reacciona al movimiento.

- Oh. Gracias -respondió. Al cabo de un instante, tuvo que decir lo que estaba pensando-. ¿Es seguro que estés haciendo eso?

-Tengo permiso.

-... no me refería a eso.

El otro chico no dijo nada. Sólo siguió con su trabajo (al menos, Optimus suponía que eso es lo que era), demostrando una gran habilidad para manejar a la planta. Se quedaba perfectamente quieto, dejando que ella se moviera primero, y en cuanto uno de los tentáculos daba señales de atacar lo detenía con un hechizo. En poco tiempo todos estuvieron completamente inmóviles.

Era bastante impresionante, a decir verdad.

-Tienes buenos reflejos -dijo Optimus-. ¿Juegas Quidditch?

-Hmpf. No me interesa -replicó él. Pero incluso así, de perfil, se podía notar su pequeña sonrisa de orgullo.