Era otra de esas cosas que Clow, en su infinita sabiduría de mago estúpido y arrogante, no había tenido en cuenta; uno de esos pequeños detalles en los que ni siquiera había pensado. Él no había querido herirla, ni se había dado cuenta siquiera de que no decirles nada a sus Guardianes acerca de su plan significaba quitarle también a Yuuko el derecho a despedirse de ellos. Cerberus la miró como si se hubiera vuelto (más) loca cuando ella lo besó en la frente y le hizo prometer que sería un buen chico y que no iba a empezar a divulgar secretos que niñas de diez años no tenían por qué descubrir.
... esto amenaza con crecer